DÍA NACIONAL DEL CABALLO
Este festejo es una iniciativa de
la Federación Ecuestre Argentina; se reconoce así la importancia de este animal
en la historia del país y, a la vez, en homenaje a la participación del equino
en la organización histórica y económica, y en la vida deportiva de la
Argentina. Se trata de una iniciativa propuesta por la Federación Ecuestre
Argentina, que centra el festejo en esta fecha en recuerdo de la llegada de
Aimé Félix Tschiffely a Nueva York.Este jinete suizo realizó un intenso
itinerario por la geografía americana, en un recorrido que se prolongó desde
abril de 1925 hasta septiembre de 1928 y que le permitió demostrar la
resistencia de los caballos criollos.Aquellos dos fieles equinos, Gato y
Mancha, que hoy descansan en la estancia El Cardal junto a los restos del
andariego profesor extranjero que los llevó por horizontes lejanos a la
Argentina, son un símbolo de la entrega y la fidelidad del caballo a las causas
nobles que hicieron historia.
MANCHA Y GATO
El 24 de abril de 1925 se inició
en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos
criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffely
recorrieron los 21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires
de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al
alcanzar 5900 m.s.n.m. En el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata
(Bolivia).El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por
día. Los caballos, animales tehuelches comprados al cacique Liempichín en Chubut
por Emilio Solanet, a la avanzada edad de 18 años, probaron que la raza criolla
tiene ejemplares insuperables para los trabajos de campos y para la guerra,
rudos oficios donde las líneas elegantes son inútiles.Durante el viaje cruzaron
varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores
dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la
temperatura llega a 18° bajo cero. El diario La Nación, junto a otros
medios, siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas
de las líneas decían así: "En Huarmey el guía no pudo más, ni sus
bestias. Los dos criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y
después se volcaron al pasto con apetitos de leones. De Huarmey a Casma, 30 leguas,
calores colosales… ¡52 grados a la sombra! … sin agua, ni forraje, arena,
arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la
arena candente…" .Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928
quedó patentado el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé
montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de
México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña: "Al
llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los cascos de su caballo
criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta, en un
trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su pecho, en
moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los colores
argentinos" .
"Son conocidos los antecedentes de los señores Pedro y Emilio
Solanet como criadores del caballo criollo. Trajeron del extremo sur de la
república, un lote selecto de yeguas indias, y sobre esta base formaron un
plantel de animales cuyos descendientes son los campeones actuales. Salvaron
así, una raza útil que desaparecía olvidada entre los indios". La Nación,
20 de Agosto de 1925.
Tschiffely estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, y quería demostrarlo.
"Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente... Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias", relata Tschiffely.
"Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nuca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho".
Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.
Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. Sobrepasaron los 5900 mts. s.n.m. (batiendo record de altura) en el paso El Cóndor, entre Potosi y Chaliapata (Bolivia) y soportaron temperaturas de 18° bajo cero.
Recorrieron 21500 Km distancia que separa a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia.
Tschiffely estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, y quería demostrarlo.
"Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente... Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias", relata Tschiffely.
"Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nuca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho".
Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.
Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. Sobrepasaron los 5900 mts. s.n.m. (batiendo record de altura) en el paso El Cóndor, entre Potosi y Chaliapata (Bolivia) y soportaron temperaturas de 18° bajo cero.
Recorrieron 21500 Km distancia que separa a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia.
Este festejo es una iniciativa de
la Federación Ecuestre Argentina; se reconoce así la importancia de este animal
en la historia del país y, a la vez, en homenaje a la participación del equino
en la organización histórica y económica, y en la vida deportiva de la
Argentina. Se trata de una iniciativa propuesta por la Federación Ecuestre
Argentina, que centra el festejo en esta fecha en recuerdo de la llegada de
Aimé Félix Tschiffely a Nueva York.
Este jinete suizo realizó un intenso itinerario por la geografía americana, en un recorrido que se prolongó desde abril de 1925 hasta septiembre de 1928 y que le permitió demostrar la resistencia de los caballos criollos.
Aquellos dos fieles equinos, Gato y Mancha, que hoy descansan en la estancia El Cardal junto a los restos del andariego profesor extranjero que los llevó por horizontes lejanos a la Argentina, son un símbolo de la entrega y la fidelidad del caballo a las causas nobles que hicieron historia.
Este jinete suizo realizó un intenso itinerario por la geografía americana, en un recorrido que se prolongó desde abril de 1925 hasta septiembre de 1928 y que le permitió demostrar la resistencia de los caballos criollos.
Aquellos dos fieles equinos, Gato y Mancha, que hoy descansan en la estancia El Cardal junto a los restos del andariego profesor extranjero que los llevó por horizontes lejanos a la Argentina, son un símbolo de la entrega y la fidelidad del caballo a las causas nobles que hicieron historia.
Mancha y Gato volvieron a sus
añoradas pampas el 20 de diciembre de 1928. Años después de culminada la
travesía y de regreso en Argentina, Aimé se llega un día a la Estancia "El
Cardal". Viene a visitar a sus amigos, a quienes hace mucho que no ve, y
con quienes compartió tantos momentos de alegría y sinsabores. Se baja en la
entrada de la estancia, lanza un silbido y al momento se le acercan al trote
Gato y Mancha. Iban al encuentro de su preciado compañero. Aquellos heroicos
caballitos criollos no lo habían olvidado. Mancha y Gato murieron en 1947 y
1944, respectivamente. Fueron cuidados hasta su muerte por el paisano Juan
Dindart, en la Estancia El Cardal. Hoy se encuentran embalsamados, en
exposición en el Museo de Luján, Dr. Emilio Udaondo. Aime Tschiffely, en tanto,
siguió viajando, por la Patagonia, por España y por Inglaterra, pero siempre
volvió a la Argentina. Falleció en 1954, su último viaje lo realizó 44 años más
tarde, cuando sus cenizas abandonaron el cementerio de Recoleta y fueron
sepultadas en el campo que su amigo Solanet tenía en Ayacucho.
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